Y no vayan a creer que los impuestos que tenían que pagar la gente era cualquier cosita, todo estaba gravado: el capital, la renta, la industria y la agricultura, la vida y la muerte, el pan y el hambre, la alegria y las penas, en fín eran 29 impuestos pesados, fuera de los livianos.Eso es pa que nos vayamos dando cuenta y nos dejemos de rezongar por el IVA y el 4 por mil.
Pues llegó a tal punto la cosa que el 16 de marzo de 1781, que era día de mercado en el Socorro, se fue juntando un gentió enorme frente a la alcaldía a leer la lista de todo lo que tenían que pagar, que estaba pegada en una tabla en la pared. Había por lo menos 2000 personas, que de un momento a otro empezaron a gritar:
-¡ VIVA EL REY Y ABAJO EL MAL GOBIERNO!
Por que todavía no les habia dado por separarse del todo de España, sinó que lo que querían era que no los mantuvieran ahogados a punta de impuestos , y que los trataran con decencia y no como animales.
Estaba, pues, todo el mundo protestando en qué gritería, cuando va saliendo de entre la gente una vieja que se llamaba Manuela Beltrán, y va arrancando esa tabla donde estaba pegada la lista de los impuestos y la parte en dos contra la rodilla y vuelve añicos ese papel, y empieza a animar a la gente: -¡Muévanse, flojos ! ¡No se dejen fregar más de estos malditos chapetones!
Y se prende eso, ¿ oye? Ahi mismo escogieron una junta de los más entendidos y letrados
y la pusieron del común: de ahí viene que a esta revolución la llaman de los Comuneros. Y como jefe de todos nombraron a Francisco Berbeo, y eso fue pa ya que se juntaron como 6000 y arrancaron pa Santa Fe a arreglar por lo alto. En el camino se les fue juntando la gente de los pueblos por donde iban pasando: como 14000 más. Ese era un batallón nunca visto, ni se vio otro igual siguiera en la independencia. Iban armados con lo que topaban a mano: escopetas de fisto, garrotes, hondas, machetes, macanas, hasta palos de escoba, listos a hacerse romper el alma con el que los atajara.
Y esto que lo saben en Santa Fe y que les pega que culillo y enseguida juntaron unos poquitos soldados y los pusieron a órdenes del oidor José Osorio, y alcanzaron a llegar a Puente Nacional; pero allá, cuando vieron que se les venía ese gentío encima, se entregaron con armas y todo, sin mucho alegato.
Pues cuando en Santa Fe supieron de esta pela vieron que el asunto no estaba como tan "camine almorcemos " y que eso no se arreglaba c on paños de agua tibia.
Y aquí voy a tener que interrumpir por que el que se va de almuerzo soy yo. nos vemos en la próxima.